La Autolegitimación Zonal de las Prácticas

Mientras en Santiago de Chile INCUBO realiza prestaciones de eminentes invitados para un público de artistas al que sus discursos  llegan descalzados, en Buenos Aires acuden a las mesas redondas de ArteBA otros eminentes invitados que revierten el sentido de las preguntas oficiales que los convocan, abriendo las polémicas constructivas del futuro.


 



Ante la pregunta por el lugar que ocuparía el arte latinoamericano en las representaciones museales estadounidenses, Cuauhtemoc Medina no podía sino ser radicalmente lúcido. Quienes no leen su política de  movimientos le atribuyen una dependencia a la Tate. De ese modo, siguen las consideraciones de un deseo que se asienta en la disponibilidad a ser transportados. Lo que define a los curadores como agentes de exportación. Grave error. Cuauhtemoc Medina reconstruye las condiciones de la pregunta por la mentada representación. ¿A quien puede importar una pregunta formulada de este modo, sino a los inversores estéticos del cono sur, deseosos de ser reconocidos en los mercados de valores tripartitos: museos y centros de arte /  galerías y casas de remate / universidades y mundo editorial.



 


A lo que apuntaba Cuauhtemoc Medina  era a la definición del rol de los procedimientos de autolegitimación zonal de las prácticas. Línea de análisis en la que Olivier Debroise ya había depositado una cantidad de escepticismo y desencanto en las estrategias de afirmación estrictamente mercadológicas, al menos en el terreno del coleccionismo universitario. Es decir, resulta aleccionador constatar que las obras de los héroes de la inflación formal latinoamericana de la última década, son imposibles de pagar por los museos destinados a la reconstrucción de su propia historia. Los héroes caídos de los sesenta, incluso, de los ochenta, han bajado considerablemente su valor. De este modo, las instituciones y los coleccionistas pueden llenar algunas lagunas.


 



Interesa saber cómo se construye la representación de nuestras obras en determinadas plazas anglosajonas, con el objeto de realizar la crítica política de la reducción constitutiva que habilita su ingreso a ese modelo de coleccionismo institucional. Para dicho efecto, no había que ir a ArteBA, ya que no era el foro más adecuado para tratar dicha disyuntiva. La presencia de los críticos y curadores más pregnantes del circuito sirve para garantizar el reposicionamiento de variadas plataformas de negocios en el mercado de las ferias.  Sin embargo, no se puede estirar demasiado la cuerda de la tolerancia forzada entre mercado y crítica. En el entendido de que existe un mercado de la crítica que atraviesa por curiosas y no menos contradictorias situaciones.


 


Ese fue el momento en que el critico de arte de la Folha de Sao Paulo instaló el tema, propio de escenas donde el galerismo, el mecenazgo y la musealidad han alcanzado un estado determinado de desarrollo, en que ya no se plantea la vigencia del trabajo curatorial o la necesidad de profesionalizar las prácticas de administración del espacio de arte, sino en que aflora la relación incestuosa entre crítica, mecenazgo y curatoría. Esa situación que pareciera ser exclusivamente brasilera se instala en la escena chilena y en la escena argentina, a través de la censura blanda por la vía de los auspicios hiperdirigidos.


 


En virtud de lo anterior, podemos descubrir un buen dia que los mecenas operan con criterios curatoriales, que las ferias adquieren actitudes de bienales, que los críticos organizan exposiciones financiadas por los medios que, a su vez, aseguran la estrategia  comunicacional del conjunto del proyecto. Este incesto es propio de escenas en donde la distinción profesional no ha alcanzado un estado de desarrollo suficiente. Por eso resulta comprensible la existencia de mecenazgos de baja intensidad destinados a impedir la profesionalización del sistema de arte, ya que de este modo impiden la aparición de la mirada vigilante e informada sobre sus producciones.


 


Es en relación a lo anterior que resulta clave tomar en cuenta la hipótesis sobre la autolegitimación zonal de las prácticas. El descalce santiaguino de INCUBO reproduce la tasa de incomprensión de sus regentes, sobre el valor de la “ciencia externa”. En verdad, el punto no es traer invitados, sino asegurar condiciones de reproducción estratégica de sus discursos en una superficie de recepción determinada. Sobre todo, cuando no pocos invitados repiten unas fórmulas de comportamiento que pasan por encima de las singularidades de la escena. En ArteBA, al menos, sus gestores corren el riesgo de invitar a quienes de modo manifiesto ponen en duda sus propios presupuestos. Y en este sentido, se hace reconocer como un factor de dinamización de la singularidad productiva de la escena argentina.

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