Privatización y Conquista de la Hegemonía

Antes de subir el texto MUSEOS
a esta página, se lo envié a un amigo mío, empresario y coleccionista. Me
respondió de inmediato con una propuesta alternativa. Estaba completamente en
desacuerdo con mi idea de dispersar las colecciones del MNBA y convertirlo en la
sala de ceremonias del Ejecutivo. Su versión del asunto apuntaba más bien a una
privatización pactada, por no decir mixta, que asumiera la responsabilidad de un
plan de desarrollo consecuente. Aunque ello en los hechos significara quebrar el
CCPLM.


 



Aquí es donde entra la política de la re-oligarquización cultural chilena: hay que hacer, del patrimonio, un negocio estable. Para ello hay que combinar tradición y contemporaneidad. Mi amigo sabe que la pintura chilena clásica no vale lo que se dice que vale en el mercado interno. Sostiene que los pintores académicos argentinos y brasileros de fines del siglo XIX son bastante mejores que los nuestros. O sea, nada de lo que tenemos en nuestros acervos se puede comparar a Blanes, de la Cárcova, Almeida Junior o Victor Meirelles. Sin mencionar el hecho de que nuestra oligarquía, a comienzos del siglo XX, se equivocó al no adquirir “impresionistas”. eso demuestra cuan informada estaba, no solo en el arte.


 


En una cosa mi amigo está de acuerdo conmigo: cuando la oligarquía recompuesta de la postdictadura decida construir un museo, será la prueba de que habrá terminado el duelo por la pérdida de su unidad de clase finisecular (XIX).


 


Ya tendría una vanidad que monumentalizar y convertir en reparación pública. De ahí que el empresariado que representa mi amigo está dispuesto a acudir en ayuda, no del gobierno, sino del Estado de Chile. Este amigo se ha convencido de que a La Moneda hay que llegar por otro camino, conquistando la hegemonía cultural.


 


Lo realmente sorprendente en la formación política de mi amigo es que no ha leído una sola frase de Gramsci. Lo que más lee son las columnas de Neil Davidson y Marcelo Mellado en Artes y Letras. En ellas encuentra el extremo de la analiticidad de un comportamiento societal que se juega y se juzga en la pragmática del lenguaje. Esta sería una de las razones de porqué el Museo en Chile viene después del Código. Este es un dato fundamental: Bello inventa el paisaje; el Museo recrea el “winter garden”. La propiedad privada y el goce.


 


Si se licitara el Museo Nacional de Bellas Artes, lo primero que habría que desplazar sería la escultura de Rebeca Matte. No es posible soportar con tanta soltura la asociación entre la caída de Icaro y la dictadura antioligárquica de Ibáñez en 1927. La escultura no estaba concebida en el plano original del edificio del palacio. Fue una adjunción posterior. O sea: representa, marxistamente hablando, la caída de la oligarquía. (Aplausos prolongados).


 


A lo que aspira mi amigo es a formar una sociedad mixta que rentabilice la existencia del museo, a través de la puesta en marcha de un modelo de negocios que identifique grandes oportunidades para traer muestras del tipo “blockbuster”, tomando en cuenta las articulaciones del mercado internacional y nacional, poniendo mucha atención a las muestras relevantes que solo alcanzan a llegar a Buenos Aires. Sin embargo, no hay que depender de lo que llega a Buenos Aires y podemos extender. Hay que pensar en las particularidades del deseo chileno de figurar: construir una vanidad empresarial propia.


 


Lo anterior nos pone frente a la necesidad de reflexionar sobre el estado del coleccionismo de arte contemporáneo en Chile. Hay una ruptura entre el coleccionismo de arte contemporáneo y el coleccionismo de pintura clásica chilena. Al punto de constituir una extensión de “la Alianza” en la escena plástica. De ahí que esperemos un aumento de influencia de la derecha republicana, no golpista, dispuesta a coleccionar piezas que la ponen en contacto con sus propias ilusiones de clase. Lo cual, en este terreno, es una garantía simbólica de su estado mental.


 


Pero en lo inmediato hay que superar la dependencia que tiene nuestro MNBA (incluido el MAC) de las ofertas cerradas de las embajadas. Se trata de realizar operaciones que implique comprometer grandes sumas provenientes de compañías chilenas, las que deben incorporar en sus memorias de gestión estas inversiones de imagen, de gran envergadura. Los especialistas en imagen de las empresas deben dejar de pensar que “hacen un favor”, sino que invierten en un dominio en el que no es esperable la recuperación inmediata. De hecho, lo que se recupera opera siempre en otro lugar. Lo que falta a los empresarios es pensar rigurosamente lo que significa invertir en arte. Ya sea como coleccionistas o como políticas institucionales.


 


Por ejemplo, en este terreno podríamos discutir sobre la viabilidad de las colecciones institucionales. ¿Por qué una empresa podría tener una colección? Sobre todo, aquellas empresas cuyas explotaciones requieran de una limpieza de imagen consecuente, como sería el caso de algunas mineras y papeleras.


 


Este sería tan solo uno de los aspectos más relevantes de una política mixta para la gestión de exhibiciones: combinar las iniciativas de la Pinacoteca de Sao Paulo y del Malba, para producir con Santiago la triangulación. Lo cual supone estar en posesión de un conocimiento muy preciso de los modelos de negocios que sostienen sus programaciones, con el costo de los dispositivos educativos incluidos. No hay mejor exhibición que aquella que puede sostener una campaña de vinculación consistente entre su gestión y las comunidades carenciadas, organizadas de tal manera que permita convertir la visita en experiencia de emprendimiento.


 


En este plan de negocios, el acervo quedaría en manos de los investigadores, para quienes habrá que financiar residencias que pongan en valor la colección en la comunidad científica internacional. En términos estrictos, tendría que haber un desplazamiento del eje de negocios, en el que la musealidad se vería desplazada por un comportamiento de centro de arte que pondría por delante la espectacularización del museo, combinado con una sutil y garantizadora muestra de vanguardia, para cerrar simbólicamente el paquete.


 


Pues bien: esto significa quebrar al Centro Cultural Palacio La Moneda. Es muy probable que la próxima campaña electoral comience en torno a la disputa por la hegemonía cultural. De tal modo que la lucha por los financiamientos para operaciones “blockbuster” será el primer indicio que nos permitirá delinear el futuro escenario de la producción cultural chilena.

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