El Lugar sin Límites (3)

Hay algo de lo que la prensa no ha hablado. El día del entierro de Pinochet, Pamela Pereira asistió a una sesión con expertos en identificación de restos. Pinochet, en sentido inverso, habría sido identificado en exceso. Mientras se acrecentaba el número de restos a los que no se puede atribuir un nombre, el Nombre Propio de Pinochet era profusamente pronunciado; se hacía de la letra informativa, un cuerpo uniformado. Era lógico, si durante la dictadura, su cuerpo de órdenes hizo que la prensa fuera una letra uniforme.


 



No sería la única actividad de Pamela Pereira. Al caer la tarde asistiría en la Universidad UNIACC a una mesa redonda sobre memoria histórica y nuevas tecnologías, en el marco de la entrega por parte del National Security Archives de una colección de documentos desclasificados por el gobierno de los EEUU, correspondientes a la Operación Condor. No era todo. Había un plus. Este consistió en una colección de menor tamaño, que contenía los documentos relativos a Arancibia Clavel en Argentina. Es decir, especimenes gráficos del funcionamiento burocrático de la Inteligencia chilena: cartas, informes, memos, listas, observaciones, documentos de identidad de personas detenidas-desaparecidas, etc.


 


Mientras en los alrededores de la Escuela Militar partidarios de Pinochet lanzaban a la calle restos de huesos comprados en una carnicería gritando “!Aquí están los desaparecidos!”, en el auditorio de la UNIACC, Mónica González hacía el relato de cómo encontró los documentos de Arancibia Clavel en un juzgado de Buenos Aires.


 


De eso, la prensa no ha hablado: de los huesos lanzados a la calle. Pinochet ha sido cremado porque en el arcaísmo del saber familiar el fantasma de la remoción de sus huesos ha sido más fuerte. Sus partidarios han exhibido, en cambio, los trofeos obtenidos en sus incursiones. No solo Pinochet se burló de las víctimas, ordenando la remoción de los restos de los asesinados para hacer más difícil sus identificaciones, sino que sus partidarios han sustituido las piezas faltantes por sustitutos de origen animal. En suma, han hecho visible las estrategias de manejo de los cuerpos.


 


¿Qué era lo que buscaba Mónica González en los archivos judiciales argentinos? Pruebas de los montajes destinados a producir contexto discursivo a la noticia que La Segunda imprimió en portada: “¡Se matan como ratas!”. Es decir, estamos ante una prueba de cómo la construcción de la noticia se afirma en una operación de inteligencia, para que treinta años más tarde los partidarios de Pinochet interpreten el rito de la propia fabricación de pruebas, como tributo a quien les enseñó a cambiar unos huesos por otros. De eso, la prensa escrita “no habla”, porque se ve afectada en sus propias condiciones de existencia. Sin embargo, debemos rendirnos a la evidencia de que la prensa habla incluso cuando calla. Es una obviedad que se deja pasar a menudo. Por lo cual, habrá que reconstruir, gracias a la constitución de archivos, aquello que la prensa calla y de cómo organiza la producción de su omisión. Es la única manera de llegar a saber la dimensión del secreto que oculta.


 


Cabe señalar que con un gesto análogo, los partidarios de Pinochet lanzan huesos a la calle para que al dimensionar el acto de banalización de restos podamos tener una idea de la densidad que éstos poseen.


 


La detención de Pinochet en Londres hizo acelerar algunas causas judiciales y no hubo día, durante meses, que a la hora del telediario no hubiera una noticia sobre excavaciones. La imagen era recurrente: una zanja, una cinta delimitadora del foco, un toldito, funcionarios con espátula y brocha en mano, buscando restos. Nunca se mostraron huesos en cámara. El editor los omitió primero. Había que reproducir la escena de una búsqueda para encubrir sus propias omisiones. De ahí que la aparición de huesos de animales en la calle, durante el velatorio de Pinochet, nos habla de unos partidarios que convierten las excavaciones en un espacio de utilería.

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