El Sub-Título

Arte reciente en Chile: no es un libro de historia del arte. Lo reciente no es una categoría epistemológica. Tan solo remite a la cercanía temporal de las obras consignadas en la edición. Los trabajos más lejanos a los que se hace referencia fueron producidos en la década de los setenta.


 


¿Cuarenta años? ¿Arte reciente? A lo menos, en esos cuarenta años hubo un gobierno popular, una dictadura y una transición democrática interminable. Lo reciente no puede contener semejante complejidad institucional. En tal sentido, lo “más” reciente se homologa a lo “menos” reciente y se borran las diferencias de contextos, tanto para la producción como para la circulación de obra. Es así que podemos disponer ahora de una información unificante que aplana la escena.


 



En 1997, Beverly Adams produjo una exposición de “arte reciente desde Chile”, en el Museo de San Antonio, Texas. Pero ahí podíamos entender por “reciente”, lo que era reciente-reciente; es decir, los artistas eran emergentes y las obras habían sido producidas en una temporalidad extremadamente próxima a la exposición. Algunos de ellos exponían en esa misma fecha en la Primera Bienal de Artes Visuales del MERCOSUR. Ya hace casi una década de eso.


 


¿Cuan reciente es la obra de Mario Navarro, de 1997, respecto de la obra de Díaz, en 1987, por ejemplo, cuando recién éste “se salía del cuadro”? ¿Y cuan reciente es esa obra de Díaz, de la Va Bienal de Sydney, de 1987, respecto de “Final de Pista”, de Dittborn, producida en 1977? Vemos que hay al menos tres modo de delimitar lo reciente.


 


Lo reciente, como se puede leer, no es “tan” reciente, en su configuración inicial. Incluso, las obras aparentemente “más” recientes, no son tales. Hay obras “menos” recientes que parecen haber sido concebidas en una época “más” reciente. Hay otras que dan la sensación de ser “muchísimo menos” recientes de lo que declaran.


 


Sin embargo, no hay que ser tan negativo. La introducción de la palabra reciente en el sub-titulo hace pensar que, al menos, ha habido un arte no-reciente. Sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que durante el año 2006 han sido publicados, al menos tres libros sobre arte chileno no-reciente. Es decir, sobre pintura de hoy, pero trabajada por una teoría de antes. Lo cual lleva a la pintura a ocupar una posición de retraso respecto de los avances de la objetualidad y la puesta en escena fotográfica. Aunque en cuarenta años la propia objetualidad parece haber adquirido diversos estatutos. No es lo mismo Brugnoli que Díaz, epistémicamente hablando. Sabiendo de sobra que ambos pertenecen a la saga académica de La Chile, lo que no es menor como ejemplo de monumentalización pactada de una sub-cultura residual. Finalmente, terminan siendo –recientemente- lo mismo.


 


Aquí, lo reciente es lo “más” reciente que hay, para establecer lazos de consonancia con el núcleo consistente del mainstream. O sea, esta sería una manera de señalar que no estaríamos tan mal, del todo. Finalmente, el sub-titulo declara en segunda línea de que el chileno es un arte que, lamentablemente, no ha sido reconocido como se debe en la escena internacional; pero que posee todo para serlo. Lo cual calza perfectamente con las tesis del vicecampeonismo que sostuvieran Dittborn y Flores a comienzos de los ochenta, adjudicando un valor suplementario a la condición de copia, no ya del edén, sino a la consideración de la merma significante que está implícita en la tecnología de reproducción que la habilita.


 


De este modo, “copiar el edén” vendría a ser una comprensión fallida de la expansión que en la escena chilena de los ochenta posee el concepto de reproducción y de registro, en una coyuntura en que el arte chileno enfrenta la borradura de la huella, no solo de su propia historia, sino la de un conjunto social políticamente derrotado y que por ese hecho ha sido castigado en el terreno de la propia retención de los nombres. De ahí que “copiar el edén” se configure como un emblema que encubre el esfuerzo que costó montar esta escena.


 


Esto no puede ser un fenómeno “reciente”, porque el esfuerzo por escribir los nombres que faltan ha sido inmemorial.


COPIAR EL EDEN


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