Hay dos cosas notables en el texto de Mosquera: la primera es que designó la saga de la “escena de avanzada” como el Mito Doméstico de Origen; la segunda es que le dio estatuto a la designación “padres totémicos” para referirse al carácter autoritario, literariamente subordinado y orgánicamente endogámico de la escena plástica. El solo hecho de su uso en la maquinaria de su argumentación, aún cuando reduzca mi aporte a la sola forja de dicha apelación, me basta para sancionar el uso analítico de una noción descriptiva de la que se pueden obtener algunos alcances teóricos. Con ese solo reconocimiento me basta para validar su uso. Sobre todo porque puedo atribuir la fortaleza del Mito Doméstico al compromiso que su administradora referencial establece con los designables “padres totémicos”.
Hay textos en que las citas resultan ser fatales. Es decir, bajo una forma celebratoria se esconde una ácida crítica. Es el caso, como digo, notable, en que Mosquera declara a la Avanzada como “el referente obsesivo de Chile”, con su “omnipresencia de fantasma doméstico”. Y aquí viene el golpe mortal: la Avanzada habría permitido que “algunos ideales de Fluxus se llevaran a cabo ante las gafas oscuras de Pinochet”. Que es seguido por este otro: “Es curioso que la teoría de la Avanzada reaccionara a un cierto complejo de que los artistas chilenos tomaban recursos de tendencias internacionales, y con años de retraso. Desarrolló así una teoría de la apropiación resignificante, en cierto modo para “justificar” este “desfase”.
¡Mito Doméstico Acomplejado! ¡Notable! No se lo mandó a decir con nadie. El sarcasmo de Mosquera llega hasta comparar la teoría de la Avanzada con la vieja idea brasilera de la antropofagia como deglución crítica de elementos culturales externos y hegemónicos.
Sin embargo, Mosquera comete el error de disparar al boleo, porque por teoría de la Avanzada no dice nada, no señala a un conjunto finito de autores que se sientan responsables de una elaboración colectiva. A menos que se entienda por elaboración colectiva un tipo de producción inconciente en que la posición autoral se diluye en provecho de un habla primordial. Es probable que así sea.
La Avanzada, como siempre ha sostenido Alberto Madrid, se parece al “Maipo”, que fuera el barco-prisión que albergara en la rada de Valparaíso a centenares de militantes luego del golpe militar. Al cabo de unos años, mucha gente comenzó a decir que había estado recluido en el “Maipo”. Lo mismo ocurre con la Avanzada. Está como el “Maipo”, que ya parece portaviones. Lo que hay que analizar es ese deseo de tanta gente por recluirse (a posteriori) en la Avanzada.
La comparación con la antropofagia es de extrema “maldad” teórica, ya que se refiere en términos dislocados a la figura de la autofagia.
Una tercera cuestión notable en la Introducción es la mención que hace Mosquera a la universitarización de la escena plástica chilena, en términos de lamentar la ausencia de un contrapeso efectivo. La fatalidad de la escena chilena, según Mosquera, y comparto completamente su juicio, es tener el sistema de enseñanza de arte que tiene y que logra sustituir al propio sistema de producción de obras. El arte chileno está dominado por la docencia, a tal punto que el valor de la pertenencia al sistema de enseñanza sustituye toda otra estrategia de garantización de las prácticas.
¿En que me favorece la Introducción de Mosquera? En la afirmación de estas tres hipótesis que he venido sosteniendo desde hace más de una década: que la Avanzada es un mito doméstico, que su teoría de la resignificación encubre el complejo de su arribo tardío a los grandes circuitos y, finalmente, que la universitarización de la escena plástica ha sido un factor determinante en su academización endogámica.