Ticio Escobar: Re-Edición de un Texto

 

El 23 de mayo, en el Centro Cultural Cabildo, de Asunción, se han presentado dos re-ediciones de la obra de Ticio Escobar, “LA MALDICIÓN DE NEMUR”. La primera ha sido una re-edición en sentido estricto, realizada por la Universidad de Murcia; mientras que la otra ha sido la traducción realizada por la Universidad de Pittsburg. Presentaron la obra Bartomeu Meliá, S.J., y Bruno Barrás, líder ishir de la comunidad de Pellizota. En esta ocasión se presentó la película “LOS CHAMACOCOS BRAVOS” de Arístides Escobar y Tiger Brown.

 

 

En ocasión de esta presentación, me sumo a la producción de comentario sobre la obra de Ticio Escobar, subiendo a este sitio  la reseña que escribí a  fines del año pasado para el número de EXIT BOOK (Madrid).

Originalmente, “La maldición de Nemur” fue publicada en 1999 en Asunción del Paraguay, por el Centro de Artes Visuales / Museo de Barro. El primer objetivo del trabajo de Ticio Escobar fue  promover el respeto de la diferencia étnica. Para ello había empleado dos maneras para montar su maquinaria de argumentación: primero, la denuncia de la feroz violación de los derechos indígenas, a través de la redacción del texto “Misión: Etnocidio” (Comisión de Solidaridad con los Pueblos Indígenas, Asunción,  1988);  segundo, la afirmación de la cultura indígena como escena de creatividad y autoafirmación étnica.  Este fue el camino elegido a través de “La belleza de los otros”  (RP / Museo del Barro, Asunción, 1993). De este modo, “La maldición de Nemur” obedece al tercer momento de esta ofensiva editorial estructurante, en que Ticio Escobar recalca las posibilidades expresivas de una cultura que, perseguida y mutilada,  sigue imaginando un derrotero compartido y restañando diariamente las lesiones de su historia profunda.

Este libro de Ticio Escobar hace operar desplazamientos de inversiones estéticas hacia el terreno de la retórica del  mito y de la escena ritual, redefiniendo el concepto de arte indígena y situándolo en una posición de interpelación formal del arte contemporáneo, poniendo en tensión su propia escena de producción institucional.  Bromas aparte, en la escena ritual de los ishir, Ticio Escobar descubre las anticipaciones del conceptualismo latinoamericano y del materialismo pictórico. Es así que organiza un libro complejo a partir del manejo de sus diarios de campo, del relato de shamanes informantes y de la observación directa de ceremonias secretas.  Por esta razón no es un libro de antropólogo, sino de critico de arte trabajando sobre una poética foránea a la del arte contemporáneo y que sin embargo, en su traslado hacia su campo, produce efectos críticos que muestran más mediante lo que encubren que a través de lo que declaran.

Con el propósito de asegurar su posición, organiza el análisis textual desde tres plataformas: la religión, la magia shamánica y la historia del arte. Sin embargo, la ventaja que establece radica en que no está ordenado para tratar cada uno de estos elementos como temas afectos a disciplinas particulares, sino como espacios textuales que facilitan cruces formales que desestiman la pureza administrativa de los soportes académicos. “La maldición de Nemur” es un libro construído sobre un gran malentendido: en la brecha abierta entre lo que los ishir dicen y lo que callan pueden vislumbrarse las sombras anticipadas de una verdad que parece en retirada. La “verdad” –como producción política- está siempre en otro lugar.

El guión referencial relata la escena de Ashnuwerta, la diosa del resplandor rojo, señora de los anábsoro, cuyo nombre conviene en lo posible no pronunciar y que encarna la mediación, el desdoblamiento y la identificación. Ashnuwerta introduce los cánones y los códigos que rigen la convivencia, los tabúes, las formas del rito y las prohibiciones. Si con la restricción surge el deseo, con el deseo, el arte, la cultura. Nemur significa el complemento y la contrapartida de Ashnuwerta. Si ésta representa el papel benefactor de dar la palabra e instaure la Ley, recalcando la mediación, Nemur marca el momento del castigo ante la norma violada; es el gran administrador del castigo, el portador de la tristeza, el vigilante del tobich, que es el espacio ceremonial, el centro iniciatico donde se localiza la sede del mito, la casa del verbo.

La maldición de Nemur es aquella mediante la cual éste le recuerda a los ishir que, pese a haberse desembarazado de sus dioses, “quedaban obligados a ocupar sus lugares y suplantarlos en el rito para no olvidar las oscuras razones del pacto social ni perder el rumbo incierto del sentido”.

Por extensión, este libro de Ticio Escobar señala el lugar irrenunciable de la crítica de arte, en su tarea de designar los lugares de los agentes en la escena  de arte, relatando la tensión de sus fuerzas, para no olvidar las oscuras razones del pacto social que la constituye.

 

 

 

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