He recibido una gran cantidad de comentarios sobre la serie de textos que titulé Fondaridades. Hay uno que me ha parecido particularmente importante y que contribuye al debate sobre el tema. Me lo ha enviado Soledad Novoa, quien ha sido evaluadora en el sistema y coincide con mi punto de vista, pero si embargo me pide tener cuidado en algunas apreciaciones. Estas se refieren a la distinción que se debe hacer entre evaluadores y jurados. Ciertamente, en mi última entrega introduje esta distinción, pero la observación de Soledad Novoa ya venÃa en camino y me parece pertinente señalarla.
En efecto, el tema es relevante porque desde hace tiempo, tanto Soledad Novoa como otros evaluadores plantearon a la secretarÃa ejecutiva del Fondart esta situación esquizofrénica que reproduce la posición subordinada de la comisión de especialistas respecto de la de los jurados. Se supone que la primera debe proporcionar servicio a la segunda. Sin embargo, la experiencia indica que las decisiones de la primera no solo son contradichas por los jurados nacionales, sino abiertamente ridiculizadas en las razones esgrimidas para fundamentar los rechazos.
Este es un punto en el que se le debe exigir a las autoridades del Fondart, disponer de la inteligencia emocional suficiente que les permita realizar su trabajo sin introducir factores ofensivos en el trato con el público; o sea, los ciudadanos. Ellos no saben lo que quiere decir ciudadanÃa, en virtud del modelo de trato que han ejercido. Al menos que hagan un esfuerzo por emplear un lenguaje acogedor y reparatorio. Los funcionarios del Fondart terminan siendo unos grandes maltratadores.
Volviendo a la ridiculización que los jurados hacen del trabajo de la comisión de especialistas, hay otro caso, más ejemplar aún. Llegó a sus manos un proyecto de Rodrigo Bruna, calificado con 98 sobre 100. Fue desestimado porque éste consideró que “no se trataba de un proyecto de fotografÃa”. En el arte contemporáneo no funcionan las disciplinas. ¿Será posible que la “comisión de especialistas” pueda estar tan equivocada en su especialización? Es una ofensa a su propia pertinencia.
De este modo, cabe pensar en la real necesidad que habrÃa de convocar a una comisión de este tipo. Lo que sugiero es un movimiento de abstención generalizada para participar como evaluador. De hecho, me acabo de negar a formar parte de una comisión evaluadora en el área audiovisual. Los evaluadores no saben el poder que tienen negándose a participar en un dispositivo en el que sus criterios no son respetados. Pero no han dejado de participar. Lo que hay que hacer es negarse a ser evaluador. Lo más ético serÃa negarse a aceptar ser miembro de un jurado. Aunque siempre habrá alguien que esté dispuesto a ocupar el lugar que otro abandona.