ESCENAS COMPARADAS.

Si se trata de comparar escenas locales,  Concepción está en las antípodas de Iquique.  El hecho que entre Santiago y Arica no exista una sola escuela de arte de carácter superior, puede ser hasta una garantía. Pero en Concepción hay escuela, hay prensa y existe una clase política local que reproduce un mito identitario de mediana consistencia. Todo indica que en esta ciudad existe una escena que, además, posee dos elementos suplementarios; por un lado, un movimiento autónomo de autoproducción; y por otro, una fuerte actividad editorial independiente. Es preciso hacer notar que esta última ha pasado a reemplazar el rol de la prensa de masas, asegurando la existencia de soportes  de escritura que forman sus públicos específicos. Lo que se ha perdido, aparentemente, en masividad difusiva, se ha ganado en concentración e intensidad. Así planteadas las cosas, el trabajo de la Trienal debía ser radicalmente diferente, centrado en el fortalecimiento de iniciativas que ya estaban en curso y que respondían a demandas específicas de la comunidad artística local.

En Concepción, en Temuco y en Valdivia hay escuelas de arte. Los estudiantes de estas escuelas han desarrollado experiencias de coordinación tendientes a organizar iniciativas de autoproducción de conocimiento y de fortalecimiento de la conectividad con instituciones locales de fuera del país. Iniciativas como las de la Escuela de Arte de la Universidad Austral,  realizadas en conjunto con espacios de artistas  independientes  de la ciudad argentina de General Roca, han abierto posibilidades de colaboración que no pueden sino ser de gran utilidad para las interlocuciones entre las escenas locales en la región. Una situación similar tuvo lugar el año pasado en Iquique, bajo el liderato del Consejo Regional de Cultura, que generó una iniciativa que significó la asistencia de un grupo de artistas independientes que asistieron a la clínica de análisis de obra que organizaba la artista argentina Patricia Hakim, en la ciudad de Tucumán, contando con la presencia de Ticio Escobar, curador de la Trienal de Chile. Pero será esta misma artista la que en el marco de la misma trienal, quien organizará en Concepción una clínica de obra especial, en estrecha colaboración con lo que hoy se ha dado en llamar Octava Mesa de Artes Visuales.

En este caso, la experiencia de Patricia Hakim en este formato de análisis de obra, pretende hacer avanzar aún más las cosas en la escena penquista, mediante una experiencia destinada a sistematizar la crítica y las iniciativas de gestión independiente, destinados a artistas profesionales que elaboran una opción de autoformación que no pasa por el formato universitario de posgrados, sino por experiencias de transferencia flexible de conocimiento, directamente ligadas a la puesta en circulación de obra, mediante el recurso a residencias, talleres y clínicas cada vez más especializadas, que tienen por objeto el aumento de la calidad discursiva de la escena local.

Menciono la palabra posgrado con cierta ironía. No hay posgrado en artes visuales en Concepción. Los artistas locales han inventado un dispositivo de autoformación alternativo, no conducente a título alguno, sino destinado a adquirir experiencias conectivas.  La formación de los artistas se realiza en contacto con otros artistas, en formatos que no se reducen al pacto académico. De hecho, han demostrado que es posible superar el academismo certificacional para modificar sus conductas inscriptivas. Ocurre sin embargo, una situación perversa, en que las necesidades del campo laboral universitario exige que los docentes obtengan maestrías para asegurar su permanencia en las instituciones de enseñanza. El problema que se plantea es que en la medida que los artistas se profesoralizan, abandonan paulatinamente las exigencias inscriptivas que plantea la producción y puesta en circulación de obra, acrecentando la distancia con los problemas reales de una escena. La enseñanza, finalmente, se verifica como un espacio que pertenece más que nada al mercado de la educación superior y que se aleja progresivamente de los protocolos de validación como escena autónoma.  Esta será una de las paradojas que tratará el Encuentro de Escuelas de Arte, como una de las iniciativas a ser realizadas en Concepción,  específicamente en Lota, y que convocará a representantes de la totalidad de las escuelas de arte del país.

El segundo núcleo de experiencias que la Trienal desarrollará en Concepción tiene que ver con las iniciativas editoriales, que ya existían, pero que comprometen una amplificación significativa de sus activos. Desde hace algunos años, en Concepción existen dos  experiencias editoriales: ANIMITA y REVISTA PLUS. La primera es un formato tabloide que acoge, principalmente, trabajos de artistas locales que trabajan de modo específico para el soporte como espacio de exhibición problemática, programando una especie de desplazamiento de estrategias de visibilidad de determinados tipos de trabajos. La segunda es una revista de crítica local, que se levanta como aoporte de escritura de críticos locales que invitan a críticos extranjeros en función de la lectura que hacen de la escena penquista y del modo cómo prefiguran su propio referente de escritura.  Ninguna de estas publicaciones depende de espacio universitario alguno. No dependen de la academia referencial y elaboran alianzas con otras ediciones extranjeras de características similares, sin pasar por la legitimación de la escena santiaguina.  De hecho, comenzaron a hacer circular sus producciones cuando ya se habían construido una fortaleza en el contacto y validación con grupos independientes de la escena peruana y argentina.

El relato anterior resume el tipo de intervención de la Trienal en una escena ya constituida, cuyos agentes principales poseían con anterioridad una agenda local propia. En otros casos, la Trienal opera como vector de aceleración de transferencias informativas, destinadas a asegurar una tasa mínima de institucionalización.  Este es el panorama de las acciones diferenciadas de la Trienal, entendida como un dispositivo, no tan solo de producción de conocimiento, como en el caso de la política de archivos, sino como un espacio de fortalecimiento de demandas locales con un grado de institucionalización determinado.

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