LA ESFINGE DE LOS HIELOS

La esfinge de los hielos es una novela inusualmente excepcional, si la leemos después de la Feria del Libro de Santiago que, en términos literarios, es lo más parecido al naufragio de la Trienal de Chile. La verdadera trienal, se los advierto, tendría lugar en enero, gracias a Carmen Romero y la nueva versión ofensiva de la pequeña-gigante. Santiago a Mil refleja lo mejor de lo no dicho por la ministra-sin-cartera que sabe con desesperación que tiene sus horas contadas. Ya no podrá quedar ciudadanamente impune por las tonteras estructurales de la que es portadora. Entonces, La esfinge de los hielos resulta ser la novela más radical que se puede leer en las vísperas del día de la justicia distributiva. Ciertamente, esta novela de Julio Verne se presenta como la continuación de las Aventuras de Artur Gordon Pym y conduce de un modo único en su género a la práctica de antropofagia literaria que consiste en resumir la propia obra de Poe en su quinto capítulo. Que es lo que se puede entender, de inmediato, en la exposición El espacio insumiso, cuando se exhibe el ejemplar de Manuscritos, producido en 1975, que incluye a título inicial una serie de reproducciones de láminas de El Quebrantahuesos, publicado en 1952. De modo que se puede pensar que Ronald Kay al escribir Re-Writing, lo que hace es co0ntinuar el modelo de Verne incluyendo la anticipación formal de Poe, en un relato en abismo que pone de manifiesto el rol especular de la imagen de la letra como sustento del inconciente gráfico por el que señala el hueco de la inscriptividad.

Lo que nadie imaginaba hasta ahora, que fuese posible realizar el pegoteo de esta conexión entre La esfinge y Re-writing, en términos de formular un programa de lectura que influye de manera decisiva en el funcionamiento de los textos, en la actual coyuntura. Porque de todos modos, la critica cultural no sabe que La esfinge es una excusa para reponer en circulación las aventuras de Shakleton, zarpando desde el atracadero -hoy en ruinas- de Río Seco para auxiliar a su tripulación varada en Isla Elefantes. Siendo, en este sentido, la propia novela de Verne, un modelo de prevención narrativa que proporciona una de las excusas más espectaculares para que Dittborn elabore una teoría de la imagen congelada, a partir de un relato  matricial. No es necesario que el relato sea cierto, basta con que sea verosímil, para que funcione. Quienes conocen un mínimo la obra de Dittborn, saben de la fascinación que este expresa a propósito de las imágenes de cuerpos congelados. Tres ejemplos: el hallazgo del hombre alpino, el hallazgo de unos restos en un pantano escocés y el hallazgo del cuerpo de un marinero inglés en los hielos canadienses. Pero faltaba un relato: su madre le habría señalado la historia, refrendada en una revista ilustrada, de la aparición de un náufrago del Titanic, congelado, que se hizo visible décadas después del  desprendimiento de un trozo significativo de un iceberg, asolado por el deshielo. El naufrago, congelado, vestiría su frac ceremonial.

Lo más seguro es que este relato matricial sea el efecto de una tardía y nebulosa lectura de La esfinge, en cuyas últimas páginas aparece el relato del descubrimiento de Patterson, acompañante de Gordon Pym, congelado en un trozo de iceberg llevando entre sus ropas un cuaderno donde la tinta deslavada permite de todos modos leer el destino final de su programa de viaje y que anticipa el propio descubrimiento del desgraciado de Nantucket congelado en las cercanías del polo magnético. Lo que había que congelar, en la historia de la documentalidad chilena del arte, era esta operación textual en la que Ronald Kay proporciona el programa de todo lo va a venir después y que ha obtenido un inmerecido éxito crítico, habilitado por las operaciones de sumisión conciente a las políticas académicas de los estudios culturales. El hecho sencillo es que Re-Writing, como la traducción lo señala, re-escribe las condiciones bajo las cuales es posible dilatar semánticamente la deferencia teórica al modelo reducido levi-straussiano que simplica la complejidad del impreso inicial. Esto es lo que exhibe El espacio insumiso en el CCPLM, como verificación del documento que ya había sido monumentalizado por los efectos prácticos a que ha dado lugar en la formación artística chilena.

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