He sido invitado a participar en el coloquio “Simulacra, Latin American Divergences in Eurocentric Time and Space”, organizado para el próximo 10 de abril en el Museo de Arte de Boston.
Para abordar la cuestión del simulacro en función de la utilidad de nuestra presentación, propongo la lectura del texto de Rosalind Krauss, Photography and the Simulacrum: ParÃs, 1983. Es un texto que fue publicado en la Revista October, n 31, en el invierno de 1984. Sin embargo, la retomo de su inclusión en la edición francesa realizada por Editions Macula en 1990, bajo el tÃtulo Le photographique, Pour une théorie des Ecarts, con un prefacio de Hubert Damish.
Mencionar las condiciones de la circulación francesa del discurso de Rossalind Krauss se explica por la necesidad de fijar un sentido a la noción de divergencia. Justamente: divergencia analÃtica, sobre el estatuto de la fotografÃa, entre Rosalind Krauss y Pierre Bourdieu. Uno de los puntos en discusión se establece en las dificultades para elaborar el concepto de originalidad en fotografÃa. Esta doficultad proviene del hecho que, a juicio de Bourdieu, el discurso fotográfico toma prestados a pérdida sus conceptos de las “artes nobles”. Necesidad, entonces, de forjar conceptos propios que provengan de las sistematización de las propias prácticas fotográficas. Sin embargo, si bien esto no ha producido efectos radicales en el propio campo fotográfico, es un hecho que ha tenido un fuerte impacto en el campo de las artes visuales, poniendo el crisis el discurso de la pintura.
En el texto refereido, Krauss sostiene que develando en el corazón de todo gesto estético la multiplicidad, lo facticil, la repetición y el estereotipo, la fotografÃa deconstruye la posibilidad de diferenciar el original de la copia, la idea primera de sus imitaciones serviles. Y agrega, en un elocuente párrafo en el que cita al Deleuze de Lógica del sentido, que la copia que nos debe importar es aquella verdaderamente semejante, “que copia la Idea interior de la forma y no simplemente su envoltura vacÃa”. Es asà como funciona la metáfora cristiana. Krauss nos autoriza a confirmar, en el espacio de la crÃtica anglosajona, un supuesto que ha sido elaborado desde hace mucho en el espacio teórico de procedencia católica. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, de tal modo que desde su origen este puede ser considerado como una verdadera copia. Sin embargo, con la caÃda en el pecado, se quebró la semejanza interior con Dios y el hombre se convirtió en una copia falsa, en un simulacro. Aquà está lo que me interesa para discutir el tÃtulo de este encuentro. Según Krauss, la falsa copia es una paradoja que abre un brecha en el corazón mismo de la distinción entre lo verdadero y lo no-verdadero. La falsa copia permite afirmar la diferencia y no la no-semejanza: “la interioriza y la establece al interior del objeto dado para hacer de ella su condición de existencia” (Krauss).
El párrafo anterior permite instalar la cuestión del simulacro, en la escena de producción del propio concepto de arte latinoamericano, en el sentido de tomarlo como una falsa copia que asegura su existencia como rotura de la semejanza con el referente original, terrenal, de la dependencia eurocéntrica. Me parece que esta es una buena táctica para escapar de la obsesión identitaria con que algunas teorÃas operantes en el medio han intentado fijar el estatuto del arte latinoamericano. Para realizar esta operación, me aprovecho de una divergencia analÃtica, entre Krauss y Bourdieu, con el propósito de hacer sustentable mi análisis en este lugar de enunciación.
Un buen ejemplo de la obsesión esencialista de la identidad latinoamericana lo constituye a mi juicio la teorÃa clásica sobre la pintura de Roberto Matta. He pensado en una pintura que suele ser señalada como la máxima expresión de un tipo de surrealismo identitario anclado en una paradójica voracidad eruptiva del mundo natural. Esta vendrÃa a ser, a mi entender, una teorÃa de dependencia bretoniana (eurocéntrica) que instala en la interpretación la preeminencia de la Originalidad natural por sobre cualquier tipo de “originalidad cultural”.
En cambio, una teorÃa del arte latinoamericano entendida como simulacro, afirma el rol de una “originalidad cultural” asentada en la noción de copia falsa a la que hace mención Rosalind Krauss en su texto. Y no encuentro mejor exponente de esta hipótesis que un trabajo prácticamente desconocido de Gordon Matta-Clark, realizado en mayo de 1971 en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile. Hago referencia a este trabajo en la medida que tanto el hijo como el padre despliegan sus obras en un mismo sitio (Espacio y Tiempo) y con meses de diferencia, pero jamás se encuentran. Aquà saco provecho de una divergencia de obra que repercute desde el terreno de la filiación y que tiene efectos positivos en la elaboración de una teorÃa del simulacro. El pequeño detalle de esta divergencia consiste en que Roberto Matta realiza unas pinturas con tierra, yeso y paja, allá donde Gordon Matta-Clark interviene en los cimientos del edificio del museo. Gordon trabaja en el espacio de la sub/versión institucional, poniendo en crisis los fundamentos de las propias transferencias culturales, ya que interviene en el subterráneo de una edificación que ya es una copia falsa de un museo referencial: el Petit Palais (ParÃs).