Sublime. El lugar de la exposición

La exposición tendrá lugar en Galería ANIMAL, que está situada en el barrio Vitacura, en un sector residencial de Santiago, que ha experimentado un significativo proceso de relocalización de inversiones comerciales y financieras, en un área cercana al edificio de la CEPAL. Este no es un dato menor.

El edificio de la CEPAL es uno de los proyectos emblemáticos del modernismo arquitectónico chileno y fue proyectado a comienzos de los años 60’s por el arquitecto Emilio Duhart. Pero fue concebido al borde del río Mapocho, en un espacio cercano a residencias edificadas a fines de los cincuenta, en estilo “tudor”. Es decir, casas de dos pisos destinadas a una clase media profesional ascendente, en un estilo que debía remitir a ciertos marcos de clasicismo que connotaran estabilidad y tradición, en un mundo que enfrentaba rápidos y violentos procesos de movilidad social.

Sin embargo, a partir de los años ochenta es un barrio que sufre una arremetida inmobiliaria que implica la demolición de una parte significativa de su activo arquitectónico de origen, aumentando rápidamente su densidad, pero sobre todo, elevando el precio del suelo.

La avenida Alonso de Córdova ha resultado ser el espacio que, en esta última década, se ha convertido en el emblema barrial que concentra las tiendas que inciden con mayor eficacia en la renovación del interiorismo de alto standing . No deja de ser curioso que tres importantes galerías de arte se hayan implantado en la zona, desde hace una década, dotando al barrio de una dinámica expositiva que ha levantado diversas polémicas.

Una de estas polémicas tiene que ver con la fortaleza creciente que el mercado de galerías ha adquirido, en relación a la existencia de un circuito de galerías “alternativas” que, con algún esfuerzo, había logrado señalar la existencia de una zona de productividad que reproducía las enseñanzas de las grandes obras referenciales del período anterior. Sin embargo, dicho circuito jamás llegó a producir la fortaleza institucional que le permitiera inscribir las obras en un espacio nacional más consolidado. Curiosamente, en diez años de Transición democrática, los espacios “alternativos” han sobrevivido gracias a la prolongación de efectos de ocupación de aparatos estatales que han reproducido el moralismo demandante de los despojos de “Estado providencialista”. No es el caso estudiar las razones de dicha fragilidad, pero desde hace unos cinco años, las galerías sindicadas como “comerciales”, iniciaron una apertura formal hacia obras que anteriormente no habían considerado con suficiente fuerza. La paradoja de esta situación de corrimiento territorial consistió en que gran parte del caudal de obras reconsideradas por el espacio de galerías, ya había ensayado sus primeros signos de legitimación, en el espacio “alternativo”, reproduciendo a nivel local un fenómeno de recepción que ya se ha vuelto canónico, en la constitución de otros sistema de arte referenciales. Justamente, el peso excesivo de los circuitos “alternativos” denotan la insuficiencia inscriptiva de un mercado formal de galerías, sobre todo cuando dichos circuitos carecen de fuerza inscriptiva “alternativa” en lo internacional. Por otra parte, la fuerza inscriptiva de la actividad del circuito de galerías solo se hace efectiva si este logra articular una política internacional consistente. Este sería, justamente, el desafío que el “sistema de arte” chileno enfrenta: la inscriptividad internacional de sus bloques de obras más relevantes de la última treintena.

La aparición, de galería Animal -hace tres años- significó un salto cualitativo en relación a la validez de los lugares expositivos. Por vez primera, quizás desde los años ochenta, una galería “no alternativa” pasaba a ocupar un lugar de privilegio en la experimentación, acogiendo un gran número de obras y artistas que habían expuesto de manera exclusiva en los espacios “alternativos”. Dichos espacios, no concebidos originalmente como salas de exposición, acogieron obras pensadas -la mayoría de las veces- especificamente para el lugar, aunque tuvieron que enfrentar una cierta cantidad de mermas y dificultades propias del espacio, cuando no pasaron a compartir sus fragilidades institucionales. Sin embargo, toda merma pasaba a ser compensada por el sostenimiento de un aparato de legitimación, formado por críticos y artistas mayores que sostenían de manera endogámica dicho circuito.

El proyecto de Animal, en cambio, desde su concepción fue concebido como sala de exposición, de dimensiones relativamente monumentales y exhibiendo condiciones de montaje que requerían de una capacidad de intervención profesional. Aquí no había merma justificable mediante discursos de compensación que, a veces, terminaban por justificar lo injustificable. Animal introdujo, en cierto modo, las condiciones de un espacio de trabajo en el que no cabían las excusas formales, imponiendo unos rangos de pertinencia mayores que los exigidos por las salas del espacio “alternativo”, que dicho sea de paso, eran todas subsidiadas, ya sea, por organismos de Estado, o bien, por institutos binacionales.

Una exposición como SUBLIME, en Animal, trabaja sobre esta controversia, con el propósito manifiesto de enfrentar el maniqueísmo y la autocomplacencia de la endogamia que asola la escena plástica chilena, buscando establecer relaciones tranversales con artistas provenientes de otras escenas, con grados diversos de similitud y diferencia, cuyas obras señalan la consistencia de una trama de potencialidad crítica que pone el acento en las propias condiciones de inscripción de las obras.

octubre 2003

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