(Respuesta de Justo Pastor Mellado a una observación de Michel Tort acerca de la musealidad).

Ciertamente, el museo es un lugar de memoria, y mi preocupación por trabajar el método de la arqueología y de la investigación policial en las obras chilenas de los años ochenta, se refieren a procedimientos que ocurren en un país donde la musealidad como sistema es de una extrema fragilidad;

o sea, en Chile no tenemos museos en forma. Esto sería una afirmación absoluta. De hecho, cuando se edificó el Museo Nacional de Bellas Artes se le denominó Palacio de Bellas Artes. Esta edificación que tenemos en el Parque Forestal, data de 1910, y es un remake del Petit Palais; pero también es la extensión de un jardín, es un winter garden, un jardín de invierno para el paseo de la oligarquía santiaguina de la época; por eso tiene ese balcón perimetral bajo techo y por eso tenemos un hall tan maravilloso. Es decir, hay que pensar que detrás de eso existía una academia de pintura, es decir todo el sistema de bellas artes en función no de la musealidad republicana, sino de un palacio decorativo que extendía en lo público el gusto privado de las familias patricias. Por lo tanto, cuando hablo del trabajo de excavación, me refiero a la función del arte como una operación que instala la necesidad de musealidad. Y justamente por que no la hay. Ahora, ¿porqué no la hay ? Esto no es una queja. ¿Porqué no la hay ? Por una voluntad de la clase política chilena de no tenerla. No habrá jamas ley cultural, da lo mismo lo que discuta Lagosver mas informacion en glosario, eso es un problema menor (son personajes de la vida política chilena); lo básico es lo siguiente: la clase política chilena diría: “¿por qué me voy a preocupar de formular mediaciones institucionales, Ministerio de Cultura, museos en forma, etc., si puedo con el poder que tengo convertir directamente en política pública mi gusto privado?, ¿para qué?.

Uno de los triunfos de la dictadura, el mayor, es haber re-oligarquizado la sociedad chilena. Por lo tanto, volvemos en términos culturales a los problemas planteados por la construcción del Palacio de Bellas Artes en 1910, no le veo otro destino. Entonces, la función del arte en ese sentido en la coyuntura chilena es plantear el deseo de musealidad, es como si sólo el arte tuviera la virtud de seguir siendo republicano, en el sentido de imaginar la polémica al interior del comité de Salut Publique sobre la necesidad de tener un museo nacional. O sea: no hacemos mas que repetir viejas discusiones fundadoras, fundacionales.

Y en cuanto a la segunda observación tuya, me parece evidente: hay una cuestión capital, en la novela. Mi preocupación a propósito de la novela fue simplemente hablar de la exhumación, es decir, señalar cómo hay una cultura de la exhumación que nos antecede, como vida republicana también. “La momia del plomo”, o “Los amantes de Sumpa” en Ecuador, nos remiten a una vieja historia arcaica de excavación, es decir, no hay cultura sin esas artes extremadamente elaboradas de la excavación que pareciéramos haber olvidado. Y por otro lado, obviamente no hay ninguna comparación entre la novela y la situación de los detenidos desaparecidos porque ahí hay una instancia jurídica que es necesario instalar en el sentido de que el Estado no es capaz de proteger a sus ciudadanos y, al contrario, su función deviene en la necesidad de vivir en la ilegalidad razonada como amenaza constante. El Estado moderno vive en esa amenaza ilegal. Hoy día el F.B.I. y la C.I.A., por ejemplo, necesitan la legitimidad para producir asesinatos fuera del espacio norteamericano. Eso es una cosa magnifica, me parece, en términos de cómo los Estados necesitan hacer reconocer la necesidad del fundamento ilegal de su propia practica, o sea, hay un quantum de ilegalidad consustancial a la vida de la polis. Esa cuestión de la ilegalidad como elemento político es lo que que modifica mucho la discusión actual.


Pero, y por ultimo, en relación a la Shoah: quiero yo hacer un comentario final. En sociedades extremadamente musealizadas, como la sociedad europea, ocurre una situación abyecta, cuando visité el campo de exterminio de Mathausen e ingresé a las barracas que todavía se mantienen en pié, me pareció una puesta en escena tan maravillosa, tan museal, que me dieron ganas de vomitar, por el arte contemporáneo. Es decir, me encontré con una instalación de arte magnífica, los lockers, las literas, todo mantenido en un dejo de pulcritud estetizada; y luego, al ver en el museo del campo la montaña de pelo, las camisas remendadas de los internos, en fin, todo eso me pareció abyecto, porque en ese exceso de musealización finalmente el propio sistema de exhibición del horror, terminaba banalizando el universo concentracional. Y eso me planteó un problema ético-material, es decir, la función del arte en nuestras sociedades que tienen musealidad frágil, una de las funciones, digo, es justamente impedir la banalización del horror. Entonces en la ultima bienal del Mercosur que está ahora ocurriendo en Porto Alegre, una artista chilena como Catalina Parraver mas informacion en glosario, que hace simplemente una intervención en la ciudad, lo que reproduce es una excavación, donde no hay nada, pero es simplemente el acto de excavar, de abrir y de decir: “aquí hay un método operando, porque quiere decir que todo esto que excavamos no tiene el lugar adecuado para ser dispuesto y convertirse en lugar de memoria”. Entonces es muy importante entender que nuestra clase política no desea musealizar, porque no desea instalar lugares de memoria consistentes y permanentes.


Noviembre 2002

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