Evaluación del Polo de Desarrollo.

¿De qué manera caracterizar la nueva escena local de Concepción? ¿A partir de qué elementos se puede redefinir una función estratégica? ¿Cuáles serán las exigencias que ciertas prácticas han planteado a la institucionalidad plástica local? Ciertamente, la aparición de OVERLOCK y de PLUS, expone las condiciones de producción de una escena, al tiempo que señala la amenaza de sus regresiones. Las escuelas, en Chile, no son lugares de avance sino de retención. Solo es posible sostener proyectos autoproducidos por artistas en alianza con operadores de proyectos de artes visuales. El apoyo que el Polo de Desarrollo de arte contemporáneo de la Región del Bío-Bío ya no puede seguir pensando en que su destino depende de los fondos concursables nacionales. Hay que buscar más fondos. Pero fuera de las determinaciones locales. Por una parte, es la única manera de cambiar de escala. Por otra parte, obliga a elevar los standards de las producciones. Finalmente, redelimita el valor de lo local, construyendo un campo.

He sostenido que no hay escena local si no se articulan en un mismo campo, iniciativas provenientes del aparato universitario, del movimiento social y de los soportes locales de escritura. Solo porque esta articulación ha sido promovida y visibilizada durante estos dos últimos años por el Polo de Desarrollo, que ha sido posible poner en valor algunas prácticas. La Pinacoteca ha pasado a ocupar un rol generador de iniciativas y de redefinición de la presencia universitaria en la escena plástica, al menos en dos terrenos: el de la promoción de proyectos de artistas locales emergentes y el de la retaguardia institucional. La institución que reproduce y sostiene la tradición de la plástica local es, antes que nada, la Pinacoteca.

En seguida, el movimiento social se ha hecho cargo de señalar las inconsecuencias de la clase política en lo que a cultura se refiere. Iniciativas locales de auto-producción han recurrido a fondos concursables para consolidar procesos que ya estaban en curso. Ha habido una correcta aplicación de los recursos en función de objetivos muy concretos: poner a circular las obras de  los artistas locales en otras escenas, de modo a convertir la plaza de procedencia en un lugar de recepción de otras obras y de otras iniciativas. No existen las ficciones interiores sin estar en posesión de una consistente ficción externa. Y por último, la cuestión de la crítica ha planteado dos problemas nuevos: el fomento de escrituras locales y el ejercicio y análisis de la propia práctica de escritura. Esto señaló, por cierto, la necesidad de dejar de contar de manera exclusiva con el soporte periodístico ya conocido, sino que la inscripción y reconocimiento de nuevas productividades de obra iba a depender de la autonomía de los soportes de la nueva crítica.

En estos dos años han sido producidos en Concepción, a lo menos tres soportes de trabajo editorial: el diario de Carlos Valle (ANIMITA), las fotonovelas de Almendra y la edición de OVERLOCK y PLUS. Las dos primeras son iniciativas en que el soporte gráfico es el formato de producción de los trabajos. En cambio, las últimas son unos folletos de crítica en el sentido más estricto. Lo sorprendente es que en una ciudad como Concepción, en un corto tiempo aparecen cinco, seis, ocho personas dispuestas a ocupar un medio independiente. Se trata de recoger las ficciones sobre construcción de imaginarios locales, en una medida estrictamente definida por la tolerancia y la exigencia de unas obras concretas que han hecho hablar de si, en el marco de un seminario de análisis, que tuvo lugar durante los años 2004-2005.

No cabía duda que había que reunir a tesistas de postgrado en literatura y comunicaciones, a periodistas locales, a gestores culturales, a egresados de estética e historia del arte, en torno a un problema: hacer el relato de ciertas condiciones de trabajo en una escena articulable. El solo hecho de determinar el problema hace avanzar las cosas, porque se planea de inmediato la necesidad de describirlo y de reducirlo a una nomenclatura que permita su reconocimiento. Ahí está el punto: la exigencia de un seminario de crítica y curatoría, al describir su propio objeto, se constituye como empresa de escritura que tomará en cuenta algo que la sobrepasa. No es complicado entenderlo. Pero había que hacerlo.

El modelo expresivo sería Revista RAMONA, de Buenos Aires. Ya lo conocíamos. Había gran razón para considerarlo: su responsabilidad editorial en la dinamización  de un campo de escritura. En Concepción hay que trabajar en el terreno del Archivo y de la Escritura de Historia. Las historias locales no pueden quedar en manos de los cronistas preocupados de reproducir las intrigas de patio chico. Revista RAMONA nos señaló de modo ejemplar una modalidad de expansión no académica de la escritura, manteniendo la especificidad de nuestro objeto. Entonces, el Polo de Desarrollo trajo a Concepción a Rafael Cippolini a sellar un acuerdo de transferencia. Del mismo modo había invitado a Eva Grinstein, a Fernando Farina y a Fernando Cocchiarale. No se trataba solo de traer invitados sino de comprometer a unos agentes que compartirían con nosotros el inertes por el desarrollo de las autonomías. De hecho, fue Eva Grisntein quien me hace poner la atención sobre prácticas autonómicas de artistas.

El caso es que en Concepción había que señalar que otra modalidad de trato con el exterior era posible.  De ese modo, El Museo Castagnino de Rosario y la nueva experiencia de su Museo de Arte Contemporáneo se nos convertía en referente de trabajo. El montaje de un museo tensa las relaciones entre arte y política en una localidad. Así lo entendíamos. En Concepción no existe la masa crítica ni el grado de desarrollo institucional para sostener un centro de arte contemporáneo. A la Pinacoteca no le podemos pedir que desarrolle una función para la cual no está preparada. No debe ser centro de exhibiciones, solo, sino asiento de catalogación y de archivo. Y se debe pensar en intervenciones de arte público que sobrepasen el autoritarismo que ya conocemos. Hay trabajos de baja visibilidad que poseen una expansión simbólica enorme. Por eso, el Polo sostuvo la iniciativa de estas intervenciones en el marco de un encuentro sobre imaginarios locales en la mira del bicentenario.

Si no hay centro, debemos montar estructuras más flexibles, que permitan sostener proyectos temporales. Ocupar nuevos soportes de exhibición en la ciudad. Pero para que ello ocurra debemos entablar un diálogo y una negociación con otras fuerzas sociales e institucionales. Solo en esa medida será posible reproducir condiciones de reproducción de un campo. La cuestión del Archivo es vital para desarrollar plataformas de escritura. ¡A no olvidar! Pero ninguna de estas cuestiones está planteada desde el aparato de  la academia. Lo que el Polo ha hecho visible es la incapacidad estructural del aparato universitario  de enseñanza para resolver estas necesidades. Y el problema que se plantea, respecto de la cuestión de los archivos, es sobre el lugar en que deben ser emplazados. ¿Quién debe asumir semejante responsabilidad? Este es un debate que deseamos instalar. No hay memoria local sin archivos locales. No hay historia local sin fuentes primarias. ¡Basta de historias orales! Es decir, los registros orales son fundamentales. Pero no hay que confundir el trabajo de historia con el relato de intrigas de “viejas materas”. La instalación de archivos de historia del arte local se justifica en la perspectiva del fortalecimiento de la producción e inscripción de obra contemporánea.

Una escena local no se construye a base de relatos de batallas perdidas. Una tradición pictórica no se reivindica como un progreso ascendente, evolutivo, que expresa -en algún momento- algo así como una “esencia” regional. Ni tampoco, con la invención del mito de una tierra forjadora de próceres que, por lo demás, para desarrollarse en sus propios campos, tuvieron que salir de aquí.

Para eso sostuvimos durante estos dos años el Polo de Desarrollo de arte contemporáneo de la región del Bío-Bío, como si fuéramos los sostenedores de un Plan Bienal de Desarrollo Local, en dependencia directa del Consejo Regional de Desarrollo. Era un chiste político. Había que validar la noción de polo como un lugar generativo de conexiones múltiples. Había que poner el acento en la palabra desarrollo, como un guiño político destinado a hacer entender que la reproducción de las condiciones de construcción de obra dependen de la rentabilidad de la información y de nuevas situaciones de lectura. Para ello, entonces, había que ampliar el campo de los recursos bibliográficos y de las citas de referencia. Y en seguida, conectar estas iniciativas con otras experiencias internacionales. Fue lo que ocurrió con PROYECTO TRAMA, con asiento en Buenos Aires. Los miembros de la dirección del Polo fueron invitados a participar recientemente en las Jornadas Regionales de Intercambio en Gestión Artística y Redes de Cooperación Cultural en Latinoamérica, que tuvieron lugar en esa capital entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre del presente año.

La nuestra era una “ficción administrativa” en la que nos jugamos por montar una visibilidad que fuese programática.

¿Cuál era el programa? Algo tan simple, como acelerar la transferencia informativa, asegurar el análisis riguroso de las obras y proporcionar nuevas herramientas de construcción formal. Es decir, poner a circular conceptos prácticos, hacerlos operar sobre procesos de investigación de corto alcance, resolver intervenciones, estudiar comportamientos de materiales, redibujar el mapa de sensibilidades locales, etc.

El arte es la conciencia crítica de la cultura.

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