A la memoria de Carlos Contreras Maluje.

Ha sido detenido en Paraguay el último ex agente del temido Comando Conjunto que se encontraba prófugo de la justicia desde agosto del año pasado.

Se trata del capitán de reserva de la FACH, Jorge Cobos Manríquez, quien había sido procesado por el secuestro calificado de cuatro personas, entre ellas el ex regidor de Concepción, Carlos Contreras Maluje.

El 5 de diciembre recién pasado, estando en Concepción para participar en el coloquio Arte y Realidad, conduje a Alicia Villarreal, Gonzalo Díaz y Arturo Duclos hacia la Farmacia Maluje para enseñarles el mural que pintó Julio Escámez en 1957. Camino a la farmacia, Díaz y yo abordamos el mismo taxi. Íbamos conversando sobre pormenores del mural y de la personalidad pública de doña María Maluje, hasta que el chofer se entrometió en nuestra conversación para agregar, muy emocionado, que hacía años que había dejado de escuchar ese nombre. Acto seguido nos explicó que iba con su madre, de niño, a la farmacia, a comprar remedios que la señora María fabricaba. Este señor habló de cuanto le temía a esta señora, que se ponía muy mal genio cuando la gente no cumplía con las indicaciones de la receta. Entre esta imagen de temor y respeto, y el recuerdo de infancia penquista acompañando a su madre a la farmacia, el chofer estaba muy contento de haber recuperado un momento biográfico, en medio de una conversación con dos desconocidos.


En un momento del trayecto, ya casi al llegar a la farmacia, doblando por calle Tucapel hacia Maipú, yo le comenté que la señora María era la madre de Carlos Contreras Maluje. Aquí, al escuchar esta asociación el hombre se quedó mudo y se quebró. Detuvo el taxi y antes de bajarse para abrirle la puerta a Gonzalo Díaz, de quien se despidió emocionadamente, dijo: “Mire lo es la cosa; uno nunca deja de aprender algo nuevo”. No podía ser menos. Era en esta ocasión que debía recordar el uso que Dittborn hace de la frase de Foucault, “lo nuevo está en el acontecimiento de su retorno”, en su trabajo gráfico de 1981, “Leer y Escribir”.


En efecto: doña María Maluje nos inquietaba, porque desde nuestra dimensión infantil, representaba la sabiduría de la sanación. ¿Lo habré inventado? En mi infancia conocí esa farmacia cuando el mural de Escámez recién había sido pintado. Doña María atendía personalmente. Mi madre me enviaba a menudo a la farmacia. Mi mirada se desviaba hacia las imágenes de las alturas del muro y debía volver a bajar la vista para enfrentarme a las obligaciones del mostrador. La verdad es que no podía, después, de fijar la mirada sobre sus manos. Tenía manchas azules. Mi madre comentaba con sus amigas que tenía una enfermedad “a la circulación de la sangre”. Lo cual aumentaba más nuestra admiración. ¿Pero será verdad? Ya ni lo recuerdo con exactitud. Eso ya no interesa. Lo que importa es que para mi infancia, doña María era la representación de la santidad laica.


Doña María era muy conocida en la región y tenía fama de sanadora. Yo me inventé la siguiente ficción: en la zona rural de Florida, tiene que haber habido muchas infecciones a la piel, a raíz de las precarias condiciones de higiene en que vivía el campesinado pobre de la zona. Y cercana a Florida estaba la zona de Quinchamalí, al otro lado del Itata. Doña María preparaba pomadas especiales y repartía las instrucciones. Era la misma época en que por esa zona circulaba Violeta Parra realizando sus investigaciones y recuperaciones de canto popular. Entonces, la pomada, el bálsamo, eran contemporáneos de la recuperación de la cerámica de Quinchamalí por los artistas que visitaban a Julio Escámez mientras pintaba un mural, en cuyo tercer paño, había una escena de vacunación.


Carlos Contreras (padre) y María Maluje hicieron construir el edificio que alberga departamentos privados y el local de la farmacia, en doble altura, pensando efectivamente que la doble altura le debía permitir a Julio Escámez realizar el mural destinado a reproducir la historia de la farmacia. Ya en una ocasión destiné una conferencia entera de “La academia imaginaria” para analizar este mural. Lo decisivo, para mi, es esta escena de vacunación, en la se presenta a la teoría marxista como el antídoto a las infecciones que trae consigo el desarrollo del capitalismo. Pomada y vacunación eran las herramientas de un mismo combate reparatorio. Pero en dicho panel, lo que Escámez relata, además, es el estado de la coyuntura político-cultural penquista del 1957, que está en la base de la formulación de la hipótesis sobre la existencia de escena local, en función de la articulación de trama universitaria, trama política y trama medial. Para que queden claros, al menos, los antecedentes de las ficciones historiográficas que ponemos en juego.


Pues bien: Carlos Contreras Maluje, militante comunista, fue detenido el 2 de noviembre de 1976, en un operativo en el que participó gran parte de los agentes del Comando Conjunto. Tras ser trasladado hasta el centro de detención ‘La Firma’ (calle Dieciocho 229, ex sede del diario Clarín) confesó, bajo tortura que al día siguiente tendría un contacto con gente del partido.


Sin embargo, cuando el grupo operativo pretendía emboscar a los compañeros de Contreras Maluje en el sector de calle Nataniel, éste eludió a los agentes y se lanzó bajo las ruedas de un bus, gritando su nombre, que estaba secuestrado por la DINA y que avisaran a la farmacia Maluje de Concepción. En medio del escándalo, los oficiales lo sacaron del lugar, mientras sangraba.


 La prensa de la época habló profusamente de este incidente, quedando en cuestionamiento la actuación del Comando. En ‘La Firma’, Contreras Maluje fue nuevamente sometido a una serie de brutales torturas. Sobre su cuerpo no hubo cuidados, no hubo pomadas, no hubo bálsamo materno. La memoria de su madre, de su farmacia, de su condición sanadora gatilla nuestra memoria reconstructora y nos hace retomar las condiciones del incidente. Hay que poner atención en el hecho de que Contreras Maluje pide a gritos que avisen a la Farmacia Maluje, en Concepción, que es una manera de gritar “avísenle a mi madre”. Quizás sea esto, lo que más me conmueve, cuando pienso en las pomadas de doña María-la-madre de la narración que repercute en los muros del local de la farmacia, que opera como caja sonora en la que persiste el eco del último grito. La escena de pintura acoge el dolor de esta memoria.


Contreras Maluje fue trasladado a la Cuesta Barriga, lugar donde fue acribillado e inhumado, según el testimonio del agente confeso Andrés Antonio Valenzuela Morales, alias ‘El Papudo’. Poco después, el Comando Conjunto sería desarticulado.


Lo que no será desarticulado, en nuestra memoria plástica, será el efecto simbólico de una escena de vacunación.


enero 2004

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