Procedimientos (1)

La cuestión de la visibilidad de las obras se me ha planteado, no solo por la
mención que he hecho del trabajo de “Movilidad
Social
” (Jorge Sepúlveda / Daniel González) en la Galería de la Escuela
(UNIACC), cuya preocupación por recuperar el valor de los procedimientos
reivindico, sino por el conocimiento que he tenido del trabajo de un artista
argentino, Gabriel Baggio. Su obra la he podido conocer en la experiencia
analítica de Intercampos, que desarrollamos con Patricia Hakim y Valeria
González en Fundación Telefónica de Buenos Aires durante los meses de abril,
mayo y junio del presente año.

 


¿Cómo podría tipificar su trabajo? En términos estrictos, ¿corresponde a una tipología? Diré que Baggio se produce como “performer”, montando la “confección” de un plato. ¡Ah! Se puede pensar que se trata de un artista más en la larga lista de trabajos realizados a partir de la puesta en escena de un espacio de producción culinaria. Lejos de eso.



 


La cocina es tan solo la materialidad de trabajo. Sin dejar de tomar en cuenta el balón de gas, la cocinilla, la mesa y las cacerolas. Hay que hacer la diferencia entre la materialidad y los utensilios. Hay que decir, además, que lo que define su trabajo es la singularidad de las relaciones implícitas que es preciso reconstruir y que hacen de él una pieza de “arte contextual”. De hecho, en uno de sus trabajos le pide a su madre, y a la madre de su madre, que lo acompañen en este ejercicio de manufactura.


 


Cuando apareció la abuela en el diagrama, entendí que la culinaria era tan solo un procedimiento de encubrimiento. La verdad está, como siempre, en otra parte. La repetición de una receta afirma la filiación en el relato mismo de los ingredientes, de sus cantidades, como en las indicaciones para su realización.


 


El trabajo de Baggio me pareció  una gran exhibición “lenguajera” de protocolos. Es decir, instancias de reconocimiento instrumental que permiten fijar los limites de un ceremonial complejo. Baggio, frente al público, reproduce un plato que, en el espacio familiar corresponde a la reproducción de un momento de memoria. En la performance “Lo dado”,   cocina tres comidas a la vez:  barenikes con salsa de cebollas, fideos cortados a cuchillo a la bolognesa y carne al horno con papas. La primera es la receta de la abuela judía, la segunda de la abuela italiana, la tercera es de su madre, criolla.


 


En la performance “Sopa”, en cambio, cocina con madre y abuela y se trata de cocinar simplemente  un caldo de verduras tradicional. Mientras que en la obra “Gula materna-paterna”, dispone sobre el suelo en la superficie que ocuparía  un ataúd, dos tipos de materias primas: fideos al filetto y knishes de papa. Como no hay elaboración del plato, sino solamente presentación de los ingredientes, Baggio  se tiende  en posición fetal sobre cada una de “las camas”. La relación parece ser evidente. Baggio descansa sobre manufacturas de harina, papas y agua. Arte y eucaristía, de algún modo.


 


En el momento que conozco sus trabajos, se publica en la Argentina un libro sobre la historia de las Abuelas de la Plaza de Mayo. En “Intercampos II”, Alejandra Mizrahi, de Tucumán, presenta unos trabajos en que se viste, se pone la ropa de su abuela, recientemente fallecida. Con “esa ropa puesta” –de la madre de la madre- monta una narración fotográfica sobre el fondo de la memoria interior; es decir, del interior de su casa. La nieta porta las prendas que prolongan la presencia espectral de quien ha partido.


 


¿Qué tiene que ver todo esto con Abuelas? Simplemente el hecho de que los trabajos de estos artistas me ponen en la línea de recuperar una mención política. Esta consiste en reconocer el rol que la acción de Abuelas ha tenido en la recomposición simbólica del imaginario político argentino. Baggio y Mizrahi reconstruyen un ceremonial cuyo origen está  en asuntos de  interior de la casa. Aquí, “abuela” es un significante-de-casa.


 


Alfonsín, en un momento crítico, decepciona a miles de ciudadanos pronunciando la frase “la casa está en orden”. Abuelas, como significante político, ponen el dedo en la llaga: esas palabras sobre el orden son como la basura doméstica que se esconde debajo de la alfombra. La historia de las sociedades se reconstruye a partir del estudio de esa basura y de los procedimientos de “limpieza” por deslocalización.


 


Pienso en que la culinaria afirma la reproducción de la noción de casa, mientras que portar la ropa de otro es repetir el gesto de calzar un “mapa de costuras”. La reproducción de una tradición familiar implica reponer a circular la visibilidad de las suturas de relatos que se disponen como prendas diversas y combinadas en el cuerpo de la lengua.

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