Para la exposición “Efecto Downey” (Fundación Telefónica, Buenos Aires), Mario Navarro imprimió una tela que se emplea en las refacciones de fachada. Eso ya daba que pensar. Refacción de fachada: reforma del entendimiento. Pero más que nada, señalamiento de un proceso perdido. Un eslabón recuperado en una cadena histórica en que los agentes omiten las condiciones de su aparición. Solo me bastó que Mario Navarro indicara la existencia de un momento particularmente decisivo en la historia de las relaciones entre diseño y política. Un artista, basta con que señale su objeto. Eso ya constituye un enunciado complejo. El abordaje de la obra requiere un trabajo singular. Sobre todo eso: involucra la noción de trabajo; es decir, la recepción como trabajo.
¿En qué consistió el estampado sobre la tela encubridora? Simplemente, en la reproducción de la fotografía de la sala de operaciones (OPSROOM) del proyecto “Cybersin”.
Mario Navarro dispuso un recurso de camuflaje exterior para intervenir el decurso narrativo de una escena de interior: la tela en relación a la foto de la sala. Esta corresponde a la sala de operaciones de un proyecto de comunicación y de conducción política, asentado sobre un modelo cibernético empleado inicialmente por el gobierno de Allende con el objeto de obtener informaciones de la marcha del área social de la economía. Es decir, del conjunto de empresas que entre 1970 y 1973 formaron parte de una zona de producción estratégica, que debía sentar condiciones de conducción global de la economía. Todas las empresas estaban conectadas a una sala de operaciones mediante centenares de teletipos. Durante la ofensiva insurreccional que la “burguesía chilena” (Paro empresarial de octubre de 1972) desencadenada contra el gobierno de Allende, el sistema en cuestión es empleado para coordinar y centralizar su defensa. Cuando tiene lugar el golpe de Estado de 1973, en Chile, los militares destruyen la sala de operaciones.
Mario Navarro recupera ese incidente productivo que tiene lugar durante el período de la Unidad Popular, como un indicio de la anticipación incomprendida de procedimientos de construcción política de nuevo tipo que se desarrollaban en su seno. Esto significa concentrar la mirada sobre acontecimientos de carácter significante que permiten acceder a la delimitación de unas proyecciones que relocalizan las relaciones entre arte, diseño y política.
Pienso en el trabajo que realizan Luján Funes y Magdalena Jitrik, cuando visitan el archivo del diario La Nación, de Buenos Aires, relativo a un período determinado. Su trabajo consiste en indicar zonas de información encubiertas por la proximidad de otras noticias. Estas, sin embargo, redefinen la lectura de la fase a través de su reiteración.
Buscando indicios sobre el encubrimiento informativo de las desapariciones de cuerpos, descubren la inflación de notas informativas sobre apariciones de OVNIS. Curiosa constatación en el terreno de la propia superficie de la página. Su diseño gráfico habla por omisión. Al menos, parcialmente, hay objetos sin identificar, pero ellos navegan allí donde no se les puede nombrar.
¿En que terreno se conectan los trabajos de Mario Navarro con los de Luján Funes y Magdalena Jitrik? En el terreno del acto indicativo. El artista señala zonas de encubrimiento informativo y declara la necesidad de trabajar sobre ellas. No tiene obligación de hacerlo, él mismo, sino de provocar a otros, para que éstos realicen la tarea. De ahí que se emparenten con mi propio trabajo curatorial, cuando hablo de“infraestructura”. Hay exposiciones que se plantean para acelerar el trabajo de historia y abrir caminos nuevos a la interpretación y conocimiento de una coyuntura.