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LOS EJES DE LA CONFUNCIÓN (6). Justo Pastor Mellado. Agosto 2004 ¿Por qué a la formación en patrimonio se le destina una mesa distinta que investigación del patrimonio? ¿Dará para dos mesas? ¿Corresponde que se trate de esta forma? Nuevamente, el consejo de cultura no tiene ingerencia mayor en cuestiones de formación y de investigación. Ni siquiera tiene tuición sobre los dispositivos estatales de conservación y restauración del patrimonio. La noción de "monumentos nacionales" ha estallado al ser concebida como espacio de gestión patrimonial, porque la inflación de esta noción ha permitido, al menos, desplazar la noción de "monumento". Sin embargo, de acuerdo al chiste marxista, los monumentos que dominan son los monumentos de la clase que domina. No está mal, ¿verdad? La reforma agraria significó, no tanto redefinir temporalmente el concepto de propiedad y de tenencia, sino desarmar simbólicamente a la oligarquía. Hoy, la inflación patrimonial se instala como expresión de una victoria de clase. Hay que repetirlo una y otra vez. Solo en esa medida se aprecia la dimensión de la amenaza imaginarizante de la UP. La producción de arte debiera tener más de dos mesas: formación, investigación, inscripción. ¿Por qué no? Las artes visuales son aquellas que, simbólicamente, desmantelan la bondad autentificadora de las políticas de restauración de las memorias perdidas de la oligarquía. Por eso, hay que "fondarizarlas", para convertir en academia todo lo que las obras de los 80´s dieron a ver y a trabajar. José Donoso estaría severamente sorprendido. Tan solo la lectura de sus "conjeturas sobre la memoria de su tribu" hubiese servido, nada más, para abordar, de manera suficientemente radical, la cuestión del patrimonio. ¿Y donde quedaría El mocho ? Cierto: pero tendríamos problemas para recuperar como inversión patrimonial esos ritos populares no eclesializables; sobre todo en el fundo clerical de monseñor Moreno. ¿De que se habla en El mocho ? Me refiero a la novelita póstuma de José Donoso. Aunque El lugar sin limite vendría a ser una novela pre-póstuma. O sea: aquel lugar literario en el que inscribiría su herencia formal. Esa novela es un paradigma de la novela chilena contemporánea. O sea: de la patrimonialidad. ¿A ver? ¿Cómo le andarían los de la mesa de las audiencias? ¿Cuántos ejemplares vendidos en el primer año de su edición? ¡Compañero Navarro!, no es así como se miden los efectos de lectura . A no confundir, claro, con la medición de las "audiencias". ¿Cuántas obras claves en las prácticas artísticas no tuvieron éxito de taquilla? Pienso en la magnífica exposición del Museo Nacional de Bellas Artes: los Mulato Gil en colecciones chilenas, privadas y públicas. Una joya diagramática. No hubo gestión. No hubo marketing: no era fashion . Pero hubo público. Un público que supo que una exposición como esa no se volvería a repetir. Mulato Gil: retratista de la epopeya ascendente de la primera sección de clase autoritaria republicana. En términos estrictos, esa exposición no debía tener público, porque exhibía un cierto tipo de fragilidad existencial. Daba a ver mucho más que lo que exhibía. Regreso a El mocho : allí hay un relato de memoria de los cuerpos bajos. O sea, memoria baja de los cuerpos sin memoria. ¡Vaya! ¿Es eso patrimonializable? Cuestión de poder, nada más. La trama de El mocho se conecta con la historia penquista: en los acantilados detrás de San Vicente está el "cementerio sin muertos". Allí se sepulta a los "muertos" que la mar no devuelve. Es decir, cuando desaparece un pescador en un naufragio, y su cuerpo no es recuperado, se vela su traje. Y luego, se lo entierra. El traje sustituye el cuerpo que falta. ¡Uf! Historia "ya conocida"; la de la sustitución. ¡Y el traje! ¡Cuestión de "percha"! Allí cerca, en Lota, la clase política "hollywoodiza" la memoria de una conciencia obrera rota en mil pedazos, montando la representación patética de un cuento de Baldomero Lillo. Afuera, a la entrada del parque Cousiño, la cultura patrimonial municipal juega a "hansel-y-gretel". Doña Isidora necesitaba un jardinero inglés, mientras don Pedro del Río Zañartu montaba la ficción de un parque "autóctono". Dos políticas -doña Isidora y don Pedro- de la representación del paisaje. Hay que subordinar los estudios patrimoniales a la práctica de la investigación histórica dura. Dejémonos de cuentos: los estudios patrimoniales ocupan hoy día un hueco académico inconstituído, porque ni la historia ni la arqueología, como espacios de producción de conocimiento, han podido cumplir con lo más mínimo de las demandas de "un pueblo". Esta es solo una pelea presupuestaria entre campos que no han sabido cumplir con sus propios compromisos como disciplina. En las mesas referidas al tema, veremos cómo "monumentos nacionales" redefine su destino en el seno del nuevo aparato de poder (de la cultura). La DIBAM asegura una mejor jubilación. Pero los elegidos locales -concejales, diputados, senadores- han descubierto que patrimonio puede ir con turismo y producen unas expectativas de desarrollo alternativo francamente graciosas: eco-granja, eco-ruinas, eco-challenge, eco-ferro-vía, eco-lechería, etc. ¡Por favor! Ya la sola empresa de recuperación de la memoria fotográfica de la colonización alemana constituye un gran proyecto de investigación multidisciplinaria, porque aborda cuestiones relativas a la historia social de las migraciones, a la historia de la fotografía chilena, a la historia de las recomposiciones identitarias, etc. Eso va aparejado, por ejemplo, con la posibilidad de pensar museos de la / para la fotografía. Museos que permitan abordar preguntas relativas a la separación de los dominios de la "fotografía patrimonial" respecto de la "fotografía sobre los mapuches"? ¿Quién puede hablar de "fotografía mapuche"? ¿Cuál Patrimonio y cual "patrimonio"? ¿Bajo qué cuidado? ¿Y la "falta" de historia de la fotografía? ¿Y la aceleración formal de la fotografía en el campo de las artes visuales? ¿Patrimonializable? Como se apreciará, el espacio del patrimonio es tan solo un espacio nuevo de inversión ideológica, no suficientemente "academizado", falto de universitarización, deseoso de legitimidad política rápida. Nadie está en contra del Patrimonio. Solo se está en contra de lo que la inflación patrimonialista encubre, en la actual coyuntura. |
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